SANTUARIO IGUALDAD
Nuestra Historia
EL COMIENZO DE TODO
Antes de iniciar el Santuario Igualdad, ver el documental “Earthlings” nos remeció de tal manera, que pocas semanas después nos unimos a un grupo de activistas que trabajaba en defensa de los animales de granja. Juntos hicimos muchas cosas, pero la que cambió nuestra vida por completo fue la realización de un rescate de dos cerditos desde un galpón de crianza industrial. Los recibimos en nuestra antigua casa, y les nombramos Gary y Oliver.
Gary y Oliver llegaron a un hogar donde ya había animales rescatados: Una gatita que Marisol rescató desde lo alto de un árbol, que hace pocos días había tenido a cuatro bebés. Otros tres gatitos que había rescatado Ariel, y que se sumaban a su gran compañera, la perrita Nena. Trabajando con el grupo de activistas, conocimos en primera persona la realidad que viven vacas, cabras, ovejas, cerdos, gallinas y pollitos. Viajábamos casi todos los fines de semana a documentar todo tipo de crueldad contra los animales dentro de la industria ganadera. Los otros días en casa, Gary y Oliver nos enseñaron que una vez superado el miedo, los traumas y la locura inducida por el encierro; los cerditos son tan inteligentes, cariñosos, sensibles y únicos como los perros y gatos que forman parte de nuestras familias.
Esas dos experiencias vitales, conocer con nuestros propios ojos cómo es la explotación animal y luego conocer en primera persona cómo son sus víctimas, se combinaron en una gran cascada de sentido, que terminó de sacudirnos cuando recibimos a la patita Martina. Ella vivía en una caja de plástico en la terraza de un departamento, y si bien no teníamos espacio, ni tiempo, ni dinero para recibirla en nuestra casa, sabíamos que para Martina éramos nosotros, o continuar con una vida -y seguramente una muerte- horrible.
Un día llenamos la tina del baño y Martina buceaba de un lado a otro. Los cerditos Gary y Oliver estaban jugando en el primer piso con la perrita Nena, mientras los gatos buscaban altura para lograr comprender mejor todo lo que estaba pasando. Ese día, rodeados de toda esta magia, nos dimos cuenta que el alma del santuario ya había nacido. Solo faltaba encontrarle un nombre y un lugar para existir.
Gary y Oliver llegaron a un hogar donde ya había animales rescatados: Una gatita que Marisol rescató desde lo alto de un árbol, que hace pocos días había tenido a cuatro bebés. Otros tres gatitos que había rescatado Ariel, y que se sumaban a su gran compañera, la perrita Nena. Trabajando con el grupo de activistas, conocimos en primera persona la realidad que viven vacas, cabras, ovejas, cerdos, gallinas y pollitos. Viajábamos casi todos los fines de semana a documentar todo tipo de crueldad contra los animales dentro de la industria ganadera. Los otros días en casa, Gary y Oliver nos enseñaron que una vez superado el miedo, los traumas y la locura inducida por el encierro; los cerditos son tan inteligentes, cariñosos, sensibles y únicos como los perros y gatos que forman parte de nuestras familias.
Esas dos experiencias vitales, conocer con nuestros propios ojos cómo es la explotación animal y luego conocer en primera persona cómo son sus víctimas, se combinaron en una gran cascada de sentido, que terminó de sacudirnos cuando recibimos a la patita Martina. Ella vivía en una caja de plástico en la terraza de un departamento, y si bien no teníamos espacio, ni tiempo, ni dinero para recibirla en nuestra casa, sabíamos que para Martina éramos nosotros, o continuar con una vida -y seguramente una muerte- horrible.
Un día llenamos la tina del baño y Martina buceaba de un lado a otro. Los cerditos Gary y Oliver estaban jugando en el primer piso con la perrita Nena, mientras los gatos buscaban altura para lograr comprender mejor todo lo que estaba pasando. Ese día, rodeados de toda esta magia, nos dimos cuenta que el alma del santuario ya había nacido. Solo faltaba encontrarle un nombre y un lugar para existir.
HACER MUCHO CON MUY POQUITO
Al cabo de uno de los sacrificios más grandes de nuestra vida y con todo en la contra, logramos conseguir un terreno donde hacerlo realidad. Era un lugar pequeñito, pero al mismo tiempo ya estaba muy por sobre de nuestras posibilidades.
Lo que sí teníamos era convicción. Criar a dos cerditos y haber sido parte de su mundo interior, cuidar de una patita y formar vínculos profundos, nos llenaba el corazón de una experiencia que sabíamos que el mundo necesitaba conocer. Haber documentado las vidas de los animales en la industria ganadera, nos enseñó de lo urgente que era defenderlos, y proteger a los que se pudieran salvar de su depredación.
Con la fuerza de la convicción y el amor a la misión, desde el 2014 hasta el día de hoy hemos ayudado a mas de 130 animales rescatados, de los que 80 todavía son protegidos en el santuario. Hemos asesorado en cuidados a muchos rescatados que no hemos podido recibir, y hemos documentado y difundido la vida emocional de los habitantes como una forma de cambiar el mundo. El material audiovisual que hemos compartido por todo el mundo ya debe acumular miles de millones de visualizaciones.
A lo largo de los años hemos ido superando muchos obstáculos y nos las hemos ingeniado para lograr darle una buena vida a cada vez más rescatados en este terreno pequeño. Nos las hemos ingeniado también para multiplicar nuestra capacidad física para cuidar con tecnología y optimización. Sin embargo, lo pequeño del terreno impone límites fuertes y llegamos al punto en que no podemos seguir salvando vidas.
El Santuario Igualdad hoy es un arbolito grande en una maceta pequeña. Es un arbolito que ha crecido por años y ha dado frutos muy bonitos. Pero sabemos que si lo plantamos en un terreno adecuado, podría desplegar todo lo bueno que tiene y dar muchísimos frutos, sombra, nutrir la tierra e iniciar un hermoso bosque.
Lo que sí teníamos era convicción. Criar a dos cerditos y haber sido parte de su mundo interior, cuidar de una patita y formar vínculos profundos, nos llenaba el corazón de una experiencia que sabíamos que el mundo necesitaba conocer. Haber documentado las vidas de los animales en la industria ganadera, nos enseñó de lo urgente que era defenderlos, y proteger a los que se pudieran salvar de su depredación.
A lo largo de los años hemos ido superando muchos obstáculos y nos las hemos ingeniado para lograr darle una buena vida a cada vez más rescatados en este terreno pequeño. Nos las hemos ingeniado también para multiplicar nuestra capacidad física para cuidar con tecnología y optimización. Sin embargo, lo pequeño del terreno impone límites fuertes y llegamos al punto en que no podemos seguir salvando vidas.
El Santuario Igualdad hoy es un arbolito grande en una maceta pequeña. Es un arbolito que ha crecido por años y ha dado frutos muy bonitos. Pero sabemos que si lo plantamos en un terreno adecuado, podría desplegar todo lo bueno que tiene y dar muchísimos frutos, sombra, nutrir la tierra e iniciar un hermoso bosque.
